Que mucha sal se acumula en este camino
corroe la piel, la carne, los músculos, hasta que
finalmente corroe el alma de los perseverantes
ninguna voz se escucha a lo cerca ni a lo lejos
solo el vacuo silencio de un planeta silente
árido, estéril y triste, como Judea en cuarenta años
de éxodo moiseánico, sin ver el maná ni la miel
azaroso el camino de la luz, ya no damos, ya no damos
¿cómo ver el brillo final en ojos cansados de llorar?
¿cómo disfrutar del camino si sabemos que no hay final?
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