Como ratones detrás del queso, nos movemos
día tras día, noche tras noche, sueño tras sueño
cazados por el cansancio y la incertidumbre
giran nuestras cabezas como la de María Antonieta
entre la almohada y el despertador de las seis
mientras tanto, en la noche desafiamos
a esa laberíntica angustia que nos arrulla
nos arrolla, nos consume, pared tras pared
nuestras cabezas chocan una y otra vez
giramos por los pasillos, sudados y armados
armados con el Jesús en la boca
escapando poco o mucho, poco y mucho
del Minotauro fantasma que nos acecha
en los sinuosos pasillos oscuros del laberinto.
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