Decir adiós no es fácil, cuesta romper la línea
es firme como la tela de una araña, y como mosca
deseosa de escapar uno se encuentra enmarañado
alimentando el ego del depredador.
Por eso es prudente el fuego incinerador
que arda, tan alto que cuando el fuego
se convierta en cenizas, éstas sean tan
pero tan livianas que el viento se las lleve
para que nunca más vuelvan a encender
esas llamas incandescentes del ayer.
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